Por Santiago Páez ¿Podemos hablar en nuestro país de Literatura Fantástica sin que esta sea una copia de lo producido por los anglosajones, de Tolkien o de Bram Stocker? Para hacerlo, deberíamos remitirnos a un antecesor ineludible: el Realismo Mágico, un producto estético de Latinoamérica que mixtura el Realismo Fantástico europeo, proveniente del surrealismo, y el Realismo Maravilloso –el de los Cronistas de Indias-, generado por el descubrimiento de la realidad hispanoamericana, funda una peculiar forma expresiva, intensa y barroca en la que, sin solución de continuidad, coexisten lo real y lo mágico. Quien intente hacer Fantasía en Sudamérica, debe saber que trabaja sobre el terreno que desbrozaron los autores del Realismo Mágico. Señalemos, también, que al hablar de Literatura Fantástica, estamos refiriéndonos a uno de los géneros de la narrativa; José I. Ferreras, afirma que lo que permite definir los géneros es la mediación que los constituye. En el Realismo, media la idea de l