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La poesía de Luis Alberto Bravo*


Por Augusto Rodríguez


La poesía ecuatoriana del siglo XXI sigue y seguirá mostrando una gran cantidad de poetas que vienen desde los más diversos rincones con ganas de tatuar la memoria de nuestro país. Son muchos los poetas que producen y siguen produciendo como Ana Minga, Diego Cazar, Alexis Cuzme, Dina Bellrham, Siomara España, Edison Lasso, Javier Cevallos, Rocío Soria, Tamara Acosta, Freddy Ayala, Ernesto Intriago, entre otros. Pero de ellos me interesa mucho la obra poética novedosa e interesante de Luis Alberto Bravo (Milagro, 1979). Los siguientes poemas pertenecen al libro inédito Antropología Pop (para árboles epilépticos). Bravo es un todo terreno: artista, cineasta, narrador, pero sobre todo un notable poeta. Aquí una pequeña muestra de su talento:


Una chica golpeada en la piscina


Su lengua ahora es más larga
y hay rastros de pasta dentífrica.

Ahora ella cierra los ojos donde lloraba.

Ahora las hojas vuelan para todos lados,
y vuelven a caer…
cerca de aquí…
(Donde estaba la chica golpeada y muerta en la piscina).

La sacaron del agua
como quien saca a un pequeño esqueleto,
como quien carga una madera pintada…
O como quien mide al primer amor.

Y mientras le espiaban las nalgas…
—“Pero, ¿las nalgas de quien?”
—“Pues, de ella…
de la chica golpeada y muerta en la piscina”—.
,,, alguien le sacó unas fotos;
Y por ello,
ahora podemos decir cuando nos preguntan
por la chica golpeada y muerta en la piscina:
“Ella estaba ahí…
Y nosotros acá…
Y los tipos de las fotos más allá”.

En las cercas pintadas
los vecinos murmuran & enrabietados
exclaman: “Si bien, era una mala chica,
no merecía morir en una piscina”.
—“Pero, ¿ha muerto quién…? ¿Quién ha muerto, quién?”
—“Pues ella…
La chica golpeada y muerta en la piscina”—.

“Yo le solía traer cervezas,
y cuando me daba propinas
ella solía decir:
«Sólo un ángel como yo
dejaría caer sobre ti
un pedazo de manzana…
—Como quien deja caer sobre una isla—
y verdaderamente lo soy»
(…) (glup)
Aún así, no tenía que morir en una piscina”.

“La mujer de allá,
nos ha dicho que a veces solía verla llorar en el patio,
y luego saltar las cercas pintadas,
sólo para arrancar —con un instrumento del bosque—
todas las manzanas fuertes”.


Desde aquel día
vengo a esta casa de martes a jueves…
Y siempre, siempre
un pequeño ojo del atardecer
perfora las nubes (y luego llueve).
Y entonces… ella abre sus alas, se eleva (y llueve) y abre sus alas
(como si evocara la luz de un perro sobre una nube podrida).
—“Pero, ¿quien? ¿Me hablas de quién?”
—“Pues, de ella…
De la chica golpeada y muerta en la piscina”—.


Lyric


— Se acabó.
Lo nuestro era como una burbuja.

Te acercas
y me susurras:

— Yo… aún quiero la burbuja.


Sofía


Salgo a las doce de la noche,
a darle un trozo de vidrio a los niños.

“¡Vuelvo!... Junta la puerta: Para que entre yo,
para evitar a los ladrones”.

Hay algo de noche en el gato;
Hay algo de gato en el zinc que da a la calle.
Al final del jardín un duende defeca.
Lo sé por los árboles
—¡¡tosen los árboles!!—.

Tiene la oreja de un cerdo
y el mandil de un carnicero;
Me arropo mientras la araña me mira:
Sueño a Kerouac atropellado por un camioncito de marihuana
[y en el cuarto adjunto (a ti),
se te revientan los ojos].

Cajita de música


Las niñas
juegan con las muñecas,
y por ello sus padres ríen.

Las niñas
les inventan novios a sus muñecas,
y por ello sus padres callan.

Las niñas
quisieran parir muñecas,
y por ello sus padres las abandonan.

Lautaro


Y llamaron Juan Rubio a aquel barco de papel…
y apenas aflojaron en el agua, lo volvieron a sacar;
Tomándolo de sus alas de barco de papel
—Cuando su barriguita yacía manchada de lodo y humedad de todas las aguas—.

Lo llamaron como un pueblo que nieva en el sur.
Y esta vez lo aflojaron…

Allá lo vieron alejarse,
hay quien rió y dijo era mejor el primer nombre;
mientras los otros haciéndoles chao con la mano
no entendían el por qué el barquito se detenía y no avanzaba más.

La verdad no entendieron nunca el por qué bautizaron a aquel barquito
con el nombre de un pueblo que no conocían,
ni porque en un principio lo bautizaron con el nombre
de un borracho a quién no se lo volvió a ver.
Tal vez por ese hecho se despidieron ellos mismos
y se olvidaron del barquito de papel
—Que no avanzaba más,
y no avanzó.
Y que se enredaba y hacía bucles
en el cuerpo flotante y putrefacto de Juan Rubio,
aquel borracho, a quién nadie nunca más
lo volvió a ver.


Parra

Viejo imaginario;
No tienes la mala costumbre de morir,
sólo te cae nieve del rostro.



Paisaje


Los patos. ¿Lo sabe usted por casualidad? ¿Viene alguien a llevárselos a alguna parte en un camión, o se van ellos por su cuenta al sur, o qué hacen?

J.D. Salinger


1
Vivo al lado
de un lugar donde dice
“No orinarse aquí hijos de puta”.

2
En la pared exterior de mi escuela,
anoté el nombre del niño
que besaba a la profesora en la boca: Conservo la tiza.

3
Las mujeres de los trabajadores, desembarcan las viandas de los triciclos
—mientras sus amantes esperan—;
Y esperan…
Yo les escupo desde un árbol.

4
El gato mira a los peces;
Los peces en el estanque —donde yo orino—
miran las piedras que cayeron hace mucho tiempo.

5
Ven—me ha dicho— iremos donde no exista la sombra.
Donde solamente se miren, la rana y el ave muerta.

6
Sobre bicicletas raras,
ellas atraviesan el jardín
con la falda metida entre las piernas.

7
Mi pato lucha contra un árbol;
La vieja de la tienda me ha llamado “Muchacho estúpido”; de ella era el árbol.

8
Un niño nada en el río;
Una piedra sostiene sus ropas.

9
Soñé un ferrocarril,
un grillo en mis labios,
una tribu de gansos que me perseguían hasta la casa
(la antigua casa),
un tren con una línea verde,
una sombra que reunía
los sueños de una hormiga.

10
Hoy hubo un eclipse —no te diré cual—;
La foto de George Trakl se ha oscurecido…
Y aún así, sé que es él.

11
Un pez salta de mi mano;
Cae en un sitio del agua
donde (al beber) estaba mi boca.



12
Coloreo el
dibujo de un niño
que murió ayer.

13
El beso en el zaguán a la niña con paperas;
—Por un 1/2 cigarrillo:
yo solía fabricarme en el niño aquel: que solía columpiarse junto a ella.

14
Ayer jugábamos a la pelota con las hermanas de los hermanos;
A una de ellas le he cogido las tetas:
Hay lluvia en mi prepucio.


El tesoro de los pájaros


Hubo una señora que nos alquilaba la casa…
y que se casó con su padre adoptivo para adquirir los bienes;
Ella solía llamar a los pájaros
como si hiciera una llamada telefónica:
“¿Aló Pepe?, ¿aló Copenhague?”.

Ahora la entiendo, cuando tras la puerta
se jalaba los cabellos…


Bautizaré a los pájaros,
les pondré nombres de ciudades escandinavas.

Así un pájaro se llamará Copenhague;
Otro será Suomussalmi, y otro Espoo.

Los árboles se llamarán como los niños antiguos:
Cipriano, Tomás, Farfounet o Nils.

Los colores como las estaciones en Neverland:
La Luz de las Bicicletas, La Niebla en los Patios, Los Tréboles en una Taza.

Los caminos se llamarán como las películas antiguas:
Anónimo veneciano, Le petit soldaut, o El desencanto.

El sexo de las mujeres se llamará Suiza o Luxemburgo;
Y el de los hombres Bulgaria o Brasil.

A las hormigas habrá que llamarlas como los paraguas
(fuera de la casa cuando la lluvia);
porque los paraguas recordarán las marcas que hacían los zapatos
en los caminos antiguos: donde se acostumbraba a
llamar por su nombre a los niños,
que solían recordar la fecha de la vid;
Por eso nuestros pasos se llamarán como las clases del vino
y los patos por cada hoja que picoteaban antes de tiempo,
y por cada pistilo que arrancaban
(y que sangraban como una niña en su primera
menstruación);
Porque ha vuelto Nils de Bulgaria
—y aunque agarró una enfermedad mortal en Suiza—
fumará las hojas que no alcanzaron los patos…
¡Sí!
Ha vuelto Nils de Bulgaria
y le miran las niñas desde el zaguán
(mientras las madres les espían sus diarios)
(y mientras sus padres cruzan la cerca y visitan a las otras mujeres que les parieron otros hijos).

Porque ha vuelto Nils de Bulgaria…
Mírenlo como camina por El desencanto;
Lleva en el walkman (que le regaló su primera amante)
esa canción de aquel cantante del Brasil…

“¡Oh que guapo es Nils!” dicen las ardillas;
Mientras los pintores sin historia
miran en aquella nariz descontinuada
todas las imprecisiones de las barcas,
de los cuadros de Whistler (James Abbott McNeill).

“Bienvenido Nils…”
“¡Oh Nils!”

—“El que defeca debajo de las ramas”
Y luego se ríen…—



[Y Copenhague defecará lluvia blanca
y dormirá sobre Nils…
Dormirá
en honor a los cabellos
que se jalaba la vieja
y que a su vez soñaba con un niño que le pudiera acariciar;
tal vez
el mismo niño que ya no lo recuerdan en los caminos antiguos,
y que solía aplastar fielmente la vid].



*(Milagro, 1979) Ha recibido dos menciones de honor en concursos nacionales de poesía. Integrante del grupo cultural Buseta de papel. Está por publicar su primer libro. Su poesía consta en varias antologías locales y extranjeras.

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