Por Luis
Alberto
Bravo
Imaginemos
un
libro. Mediano, de menos de cien páginas, bonita edición. Por lo
mediano,
digamos que es un libro de 21X12 centímetros (un poco más un poco
menos). Digamos
que tiene unas 84 páginas. Ahora imaginemos que el libro se divide en
tres
partes, en tres capítulos, en tres cuentos. A ratos creemos que los tres
cuentos
están relacionados, a ratos no, pero esa es otra historia.
El libro Del
otro lado de la ventana, (Ediciones
Altazor, 2011) de Augusto Rodríguez, representa su estreno en la
narrativa literaria. La característica más importante de las tres
historias que
componen este libro, es que están atravesadas por el tema de la muerte.
Además de esta, otra constante
temática son las relaciones de parejas; sus conflictos y sus formas de
relacionarse.
Los registros narrativos de cada uno de los relatos son muy marcados;
cada uno tiene
su propia naturaleza (alguno más quieto, alguno más alternativo), pero
todos acusan
la técnica con la que fueron desarrollados; dejando (para el lector)
implícitas
relaciones entre ellos. Podríamos juzgar su estructura como un juego de
cajas
chinas (técnica literaria más marcada entre el primer y el segundo
relato, este
último llamado La llaga; aunque el tercero (La fiesta)
bien podría ser la versión de
vida de una de las hipotéticas parejas, que viven en la residencial: que
existe
en La piscina, el primer cuento del
libro). Es decir, si nos quedamos con esta versión, tenemos una novela
corta.
La
piscina, La
llaga, La fiesta: los componentes
del libro Del otro lado de la ventana.
La vida, la enfermedad, la filosofía, están representados en ese orden. Y
el
desarrollo de cada uno de ellos: la interacción social, el padecimiento
de la
enfermedad, la percepción de los sentidos, están contenidos en las
situaciones,
en aquel mapa sentimental que es el libro. Ignoro si de manera
consciente o
inconsciente, lo que sí es un hecho, es que para el autor, la muerte
está
representada en su libro con el color púrpura: el hombre jubilado
flotando
muerto en la piscina; Juan ensangrentado en la carretera; y Manuel
mirando al
mar “como quien mira a un monstruo marino”. ¿Un molusco gasterópodo?
¿Por qué
no? No es coincidencia todo esto, cuando advertimos que el color púrpura
era
extraído de los murex (molusco gasterópodo). Es decir, el dato simbólico
del libro
de Rodríguez está atravesado por un delgadísimo río color púrpura. En
síntesis,
Del otro lado de la ventana es un libro
que empieza con una piscina y termina en el mar.
El libro
huele
bien. Sabe bien. Mi mano en este momento pasa sus páginas. Lo puedo ver.
Únicamente
no lo puedo escuchar. Una lástima que no pueda escuchar el murmullo
coral de
los habitantes de La piscina, que si
no, el relato es un compendio de unas hipotéticas personas, viviendo sus
hipotéticas
vidas y sufriendo hipotéticas situaciones. No puedo escuchar el choque
de los
carros, y la rotura de la columna vertebral de Juan. No puedo escuchar
el
sonido de Manuel resbalándose y golpeándose la cabeza en la bañera.
Las
principales
diferencias entre los tres cuentos, es su tratamiento. La piscina,
está narrada en una inusual cuarta persona. El lector
asiste a un concierto, donde percibimos la voz del autor, confundida con
la voz
del narrador de la historia; y lo acompañamos a su invención (a nuestra
invención). Además de esto, el autor elabora un humor o una tragedia
exclusiva para
cada uno de ellos, por ejemplo, la llamada Tercera
Guerra Mundial, solo se entiende en el origen y en la resolución de La
piscina; no encuentra asidero en los otros dos cuentos. Rodríguez
además, dota de “autonomía”
a sus personajes. Y de esa manera, uno de ellos, "le ayuda a escribir
parte de
su libro". Pienso que la seducción natural del primer cuento, se instala
desde el mismo
título, desde meditar lo que connota el escenario: una piscina; es
decir, la
sintetización del mar. Un espacio creado por el burgués para uso
exclusivo (y
de los suyos); pero que entra en conflicto cuando se vuelve algo
comunitario.
Algo de la naturaleza que Rodríguez expone aquí, se percibe en aquel
maravilloso cuento El patio común de la narradora y performer
estadounidense
Miranda July; en ese cuento, en cambio, el espacio verde era el
conflicto, la
intersección del espacio que ocupaban los personajes.
Si la
estructura
en cada uno de los tres cuentos es consistente, de algo que sí adolecen
es de
estar habitados por ciertos tópicos (“ese amor que fluye por las venas”,
“lagunas
del dolor”, etc). Asperezas que bien lo pudo solucionar un editor más
advertido. Quizás el autor lo pudo solucionar con sus dosis de poesía, y
códigos de aquel género (campo mejor conocido por él), y que de ese
modo, dio
imágenes como esta en La fiesta: “Su
padre era un problema no resuelto en su vida. (…) Un libro sin hojas en
la
mitad. (…) Un abrazo de pájaros invisibles.” Es decir, aporta en
narrativa lo
que ya muchos narradores quisieran inyectar en el paisaje escritural de
sus
cuentos y novelas. Un comentario, los diálogos son muy resueltos,
creíbles, sí,
pero muy breves. Me hubiera gustado percibir un desarrollo de “como
hablan sus
personajes”.
Por
influencias,
no sé si el autor esté consciente de lo que percibí: Los recursos
desarrollados en el cuento La piscina, me recordaron a Georges Perec y al
Italo
Calvino de Los amores difíciles. A parte de una escena que se
desarrolla en este cuento, que es exacto
a uno clave en el filme La mujer infiel
de Claude Chabrol. Película que Rodríguez no conocía previamente. Es
decir, un
caso básico de serendipia. Al igual que los personajes de Raymond
Carver, en La piscina, alguien recibe en su sala a
un extraño, o lo invita a beber algo. La primera idea de La llaga, la relaciono con
la persona de un familiar del autor;
ello me impide a percibir otras literaturas. Por el último cuento del
libro
diré esto: si pudiéramos trazar una línea entre algún episodio
comestible que
hay en Ayer de Juan Emar
hacia
Intimidad de Hanif Kureishi, esa sería La
fiesta,
ni tan extraña como algún producto del primero, ni tan certera en lo
reflexivo de los desencantos de la madurez y en las dificultades de vida
en pareja,
del segundo.
Buen inicio de Augusto Rodríguez en la narrativa literaria del país. No se podía esperar menos de un libro que empieza con una piscina y termina en el mar.
* El libro Del otro lado de la ventana, obtuvo el Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara, del año 2011, en la categoría cuento.
** Luis Alberto Bravo (Milagro, 1979). Escritor ecuatoriano. Ganador del Concurso de poesía y cuento Lenguaraz 2009 (México). Ha publicado Antropología Pop (Para árboles epilépticos) (Universidad de Cuenca, 2010); Utolands (Editorial Lenguaraz, México D.F, 2010). Cuentos para hacer dormir a una niña punk (Ediciones Arlequín, de Guadalajara, México, 2010); Las ardillas del Orden Enano (Editorial El Quirófano, 2011). Ha sido incluido en distintas antologías como 4m3r1c4 (Ventana Abierta Ediciones, Santiago de Chile, 2010; Cajita de música, Poetas de España y América del siglo XXI (AEP, Madrid, España, 2011). Hallucinated Horse: New Latin American Poets (Edicion bilingüe) (Editado y traducido por la poeta portorriqueña Nicole Cecilia Delgado y el editor inglés Thomas Slingsby) Editorial Pighog Press, Inglaterra. Textos suyos han sido traducidos al inglés y al francés. Apareció en la antología Imaginarios (Traducción a cargo de Alice Ingold) y en la primera antología de poesía ecuatoriana en edición bilingüe español-francés Apartar lo blanco de la luz / Séparer le blanc de la lumière traducida al francés por Rémy Durand, Anne-Marie Durand-Kennett y Gabrielle Lécrivain. Considerado por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 2011, como uno de 'Los 25 secretos literarios de Latinoamérica.
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