Por Ana Minga Desde hace meses cargo un diagnóstico que se confirma cuando veo en la oscuridad.El día en que los doctores me dieron la noticia tuve ganas de tomar un avión con rumbo a la Patagonia, un lugar que quiero conocer más que Italia. Pero respiré profundo y recordé las palabras de Efraín Jara Idrovo, “la vida vale la pena por los instantes y no por su eternidad”. Entonces, me quedé a escuchar un sonido que me latía como tambor dentro del cuerpo. En mi trabajo ya saben que además de periodista soy escritora (con el perdón de quienes piensan lo contrario y para su risa, esta “revelación” no me dio ningún aumento de sueldo). Cuando lo supieron, una de mis compañeras, como si el escritor tuviera las respuestas a todo, me preguntó sobre lo que debía hacer en el amor. Y yo que me doy a la filosofía de esquina, no supe qué pronunciar, tartamudee y le mentí un poco, como si fuera la experiencia que daba algo de sabiduría al alumno. Salí del trabajo pensando en aquella conversación, era...