LO QUE TOCA LA POESÍA , RESUCITA
por Rafael Courtoisie
Hacer
poesía es construir significado más allá de toda sombra posible. Ni siquiera la
letra debe echar sombras sobre el significado. En todo poema cada palabra, cada
sílaba, cada fonema debe desaparecer en su absoluto simulacro. Debe,
simplemente, ser, y sobre todo, debe
querer construir un decir que se
imponga con solidez a la evanescencia falaciosa de esa niebla que llamamos “lo real”.
La poesía es construcción de transparencia, evidencia
pura del signo que deja ver lo que oculta aquello llamado “realidad”. La poesía pone el mundo al revés: el
significante cambia de lugar con el significado. Y viceversa. Cada significante
pasa a ser otro, una contigüidad que por transitiva crea sentido donde no
existe y este sentido abre todas las posibilidades más allá de la muerte. A pesar o a favor de Saussure: la lluvia
brilla, llueve el sol.
Poesía es sonido, referencia y cuerpo: sonido del ser,
referencia del acto, cuerpo del verbo y, dentro de ese cuerpo intangible pero
cierto, carne de la enunciación.
Poesía es también construcción de saber. Dar testimonio más allá de la muerte o de la noche.
“El beso de los dementes” es violencia pura y hermosa,
cincelada como la piedra de una joya rara. Una sinceridad brutal y precisa,
bella y dura recorre estos poemas en prosa, esta suerte de diario de la
desesperación transmutada en metal nobilísimo, enfrenta el tema de la muerte
para que sepamos la buena nueva de la vida. El lenguaje de Augusto Rodríguez
impone sus manos sobre el rostro de la verdad y, como la mejor poesía, hace que
resucite lo amado.
Montevideo, Uruguay, 2014
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