Por Edwin Madrid
Damitas: acomoden bien los pliegues de sus vestidos, pues nos dirigimos a visitar el mismo infierno. Con esta frase, Williams Carlos Williams, cierra el prólogo de Aullido y otros poemas. Y no era para menos, si desde la primera línea este libro nos advierte de lo que se trata: Yo vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura. Lo que le llevó a su autor a enfrentar un juicio por “obscenidad y atentado a las buenas costumbres” y se tuvo que reunir a un jurado de eruditos en literatura, para que confirmara, si ese libro se trataba o no de poesía. Pero también, desde su aparición, Aullido (Howl) se convirtió en
Ginsberg, Jack Kerouac, Gregori Corso, Lawrence Ferlinghetti, William Burroughs, Robert Duncan, Robert Creeley, Philip Lamantia, Leroy Jones (Imamu Amiri Baraka) Diane di Prima, Denise Levertov, entre otros poetas produjeron una revolución literaria que atravesó las fronteras norteamericanas y llegó a Latinoamérica, donde muchos jóvenes poetas se declararon partidarios del movimiento de contracultura que había nacido en Estados Unidos y comenzaron a imitar a los beat, uniéndose en grupos que sacudían las anquilosadas instituciones culturales de nuestros países. Así nacieron, Los Tzántzicos en Ecuador, Los Nadaistas en Colombia, El Techo de
Los beat, cuyo nombre se debe a Kerouac, y que tiene varios significados: tempo, medida, que lo emparenta con el jazz, pero también con beatitud y santidad, pasaron a ser identificados con las broncas, jaleos y escándalos. Por entonces, se creía que ser barbudo, andrajoso e involucrarse en problemas de drogas, alcohol y amores homosexuales, era el modo de vida beat. Muchos de sus seguidores se quedaron en esa moda, y nunca entendieron que estos rebeldes, contestarios, informales y marginales de la década del 50, surgieron tras la tragedia y desencanto de
Allen Ginsberg, autor de Aullido y otros poemas, murió hace 10 años, el 5 de abril de 1997. ¿Dónde están los poetas Tzántzicos que dicen haberse identificado con
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