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Carolina: amor y muerte*



Por José Guerra Castillo

El 24 de julio fui invitado por el Centro Ecuatoriano Norteamericano a la Feria del Libro en el palacio de Cristal, para exponer ante un numeroso grupo de jóvenes, la importancia de la lectura. Al finalizar mi larga intervención en la que inicialmente declaré que yo era un total autodidacta, pues por extraña circunstancia de haberse casado mi madre viuda con un ex exiliado peruano que luego fue “embajador itinerante” viajando de un país a otro de Europa desde que contaba con seis años, mi única profesora fue mi madre quien fue una gran poetisa y periodista, y en mi hogar ambulante yo aprendí a leer, pues era imposible entrar a una escuela, ya que íbamos como el judío errante, de Francia a Italia, de Italia a Bélgica, Portugal, España, donde me escapé de mi casa y me uní a una tribu de gitanos, que a punta de golpes me enseñaron a bailar flamenco y como tenía una buena voz, luego aprendí a cantar y entré a una compañía infantil “Liliput”, donde interpretaba zarzuelas... en fin, mi educación fue muy particular. Nadie como yo aprendió leyendo y leyendo, devorando libros que la mayor parte de las veces no eran aptos para mi edad. Como en el caso de “El infierno”, de Henri Barbeusse.

En fin, todo este largo relato fue muy aplaudido por mis jóvenes auditores. Al finalizar se acercaron a mí algunos de ellos a hacerme preguntas y finalmente tuve la gratísima sorpresa de que una bella y muy joven chiquilla que apenas aparentaba unos 15 años pero que me sorprendió cuando me confesó que ya había cumplido 20 y me entregó un pequeño y bello libro de su autoría: “Atrapada en las costillas de Adán”. Su nombre: Carolina Patiño. Poesía. Preciosa diagramación de la portada, pero cuando llegué a mi casa y comencé a leer, quedé asombrado de su contenido. Poesía erótica, de alta calidad, versos bellos y audaces, increíbles para que hayan sido escritos por una chica tan joven. De inmediato pensé escribir sobre este “fenómeno” en nuestra literatura, pero, el libro alguien lo tomó de mi escritorio. Una semana después justamente cuando había regresado de un chequeo en mi cansado corazón que ya está protestando por trabajar tanto; recibí una llamada telefónica de la licenciada Susana Cepeda, directora del CEN, para darme la infausta noticia que Carolina había muerto. Confieso que sufrí un impacto tremendo. En el prólogo escrito por Carmen Váscones, que me permito reproducir porque de cierta manera explica la trágica decisión final de Carolina: “En las costillas de Adán estaba el calostro de la metáfora, la infancia sin Dios contradice. Nace la vida en su propio misterio. Más de siete días necesita la poesía para su juego en la ausencia. La muerte no se mira en la vida. Ella, espejo sin reflejo dejando un espacio para la polémica del deseo. Sin vergüenza, sin rubor el éxodo del amor todo desalmado, lanza su dardo. Cupido no entra en la persecución”...“Todos tenemos un Caín perdido entre las piernas remojándolo en lo indescifrable de nuestro pensamiento”: Aleyda Quevedo. “Como no podíamos decir casi nada del amor, nos ocupamos en aprenderlo con las manos”...
Y Carolina inicia su libro con “El buen comienzo”. “Adán apenas entendía qué tenía que hacer cuando Dios dijo: “Sean una sola carne”. Él ya había tenido bastante trabajo poniéndole nombre a todo animal que veía, así que se recostó en los verdes pastos y dejó a la varona remojar su barbilla en un profundo y tierno beso de labios carnosos y saliva agridulce. La espalda de Eva se arqueaba de tal forma que su boca colonizaba la entrepierna de Adán. El placer de su compañero fue tan intenso que en recíproca reacción decidió besarla a la francesa, con grandes dosis de mordidas. Finalmente un río los ahogó entre gemidos y profundos orgasmos”...En las breves páginas del hermoso libro los versos son más audaces y hermosos, libres, naturales, sin hipocresía alguna. Sorprendentes, alucinantes y valientes para describir con gran belleza el acto amoroso carnal de la pareja que sin rubor alguno y con gran calidad intelectual va dejando en las páginas las huellas de su valiente y valiosa obra poética.

*(Cortesía de Diario Expreso de Guayaquil)

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